Murió el cura Fortunato quien hacía de nexo entre presos políticos y familiares, en plena dictadura

El padre Juan Fortunato tenía 89 años cuando se encontró con la muerte, este miércoles, en Gualeguaychú, hasta donde había llegado desde su poblado de Saladas (Corrientes) en la década del ’70. Se fue un buen hombre; de esos curas valiosos que muchos recuerdan cuando siendo capellán de la cárcel de Gualeguaychú nunca dudó un instante en oficiar de nexo entre los presos políticos y los familiares que esperaban ansiosos las novedades de esos días. Hace ya dos años, Aldo Bachetti me dijo una mañana: “Tengo que encontrarlo al cura Fortunato; acá me dieron una dirección”. El padre lo recibió con los brazos abiertos y la sonrisa amplia; se acordó de él, de su esposa Alicia Dasso –quien también estuviera en dicha unidad penitenciaria-, pero fue por unos minutos solamente. Al rato ya no se acordaba más, pero ya era suficiente. Más de 30 años después, Aldo le había ido a agradecer a su humilde casa, lo que hizo por los detenidos políticos en esos días del horror. El cura le agarró fuerte las manos, lo miró con los ojos casi llorosos y siguió hablando de otro tema, como si eso no hubiera existido.
Fortunato dependía del Obispado de Gualeguaychú, a cargo de monseñor Pedro Boxler, a quien poco y nada le interesaba lo que sucedía en ese lugar carcelario. De hecho, jamás se lo vio caminar por ese predio tenebroso: ni antes, ni después de la dictadura militar. Con el correr de los días, el cura Fortunato se transformó en “un amigo y confesor” de los presos políticos. Era quien llevaba y quien traía cartas, abrigos, radios, diversos elementos para hacer muñecos que luego vendían los presos.

Siempre fue un hombre simple, inocente, naturalmente bueno, al que le costó varios meses entender la realidad de lo que sucedía en el país y cuál era el compromiso social de los que estaban detenidos por causas políticas en esos días de la década del ’70, en que tenía unos 55 años. Pero lo entendió y lo defendió, a su modo, con virtudes y limitaciones, pese al rol que tenía de capellán.

Ese cura morocho, activo, humilde, se fue casi en silencio. Algunos pocos –como Jaime Martínez Garbino, también ex preso político en esa oscura cárcel-, lo despidieron públicamente, reconociendo y agradeciendo también, lo que había hecho por ellos. Era lo menos que se merecía Fortunato.

Por D.E. de ANALISIS DIGITAL

 

2 respuestas

  1. cuando yo era adolescente….iba a un colegio catolico en gchu…..y el Padre Fortunato celebraba las misas todos los viernes, tengo un excelente recuerdo de el…y siempre tenia sabias palabras que talvez nosotras no escuchabamos en ese momento.Algunas recuerdo, han dejado huellas en mi educacion…gracias Padre y que su alma descanse en paz.

    EX ALUMNA DEL COLEGIO VILLA MALVINA.

  2. Qué lástima que no se haga un reconocimiento público!!! ojalá los curas de hoy fueran tan comprometidos como lo fué Juan Fortunato, Mujica, Angeleli y tantos otros

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